lunes, 18 de marzo de 2013

Para mi Osito


El hombre que amo es capaz de secar hasta la última de mis lágrimas con su sonrisa, y a la vez es capaz de provocarme el mayor de los llantos sólo con decirme que me ama en el momento que más lo necesito...

El hombre que amo es un pedazo de cielo en mis manos, es un rayito caliente de sol que abriga mi alma dormida...El hombre que amo es un minuto de paz en medio de la más sangrienta guerra, es la lluvia mojando el suelo reseco de un campo cultivado...
mbre que amo es el ser que comprende más allá de la mirada, más allá de lo físico y lo elemental... el sabe dibujar esperanzas, mañanas fascinantes, viajes estelares y encuentros sublimes con sólo cerrar sus ojos y dejarse llevar... y llevarme con el...

El provoca que mi alma se eleve por los cielos y encuentre la suya en una nube esperando por mí, con su hermosa sonrisa y sus manos abiertas para recibir las mías...

El conoce mis temores, mis deseos, mis miedos... el sabe cuando siento pena, dolor, angustia y cuando estoy feliz...

El hombre que amo me  mostró que en la tierra hay ángeles sin alas que caminan a nuestro lado, que velan por nosotros de una manera especial... que aunque no podamos distinguirlos o verlos, ellos están siempre cuidando de nosotros... El es ese ser tan especial que puso Dios en mi camino...

El hombre que amo es tan concreto en mi corazón... Yo sé que este hombre que amo tanto es tan especial que un día tal vez lo pierda, pero estoy tan feliz de amarlo que solo me importa darle gracias a Dios por haberme permitido encontrarlo, conocerlo, disfrutarlo y sobre todo respetarlo...

El hombre que amo... es perfecto para mi.







ANY

lunes, 4 de marzo de 2013

De GABRIELA MISTRAL""



Caperucita Roja visitará a la abuela 
que en el poblado próximo sufre de extraño mal. 
Caperucita Roja, la de los rizos rubios, 
tiene el corazoncito tierno como un panal. 


A las primeras luces ya se ha puesto en camino 

y va cruzando el bosque con un pasito audaz. 

Sale al paso Maese Lobo, de ojos diabólicos. 

«Caperucita Roja, cuéntame adónde vas». 


Caperucita es cándida como los lirios blancos. 

«Abuelita ha enfermado. Le llevo aquí un pastel 

y un pucherito suave, que se derrama en juego. 

¿Sabes del pueblo próximo? Vive en la entrada de él». 


Y ahora, por el bosque discurriendo encantada, 

recoge bayas rojas, corta ramas en flor, 

y se enamora de unas mariposas pintadas 

que la hacen olvidarse del viaje del Traidor... 


El Lobo fabuloso de blanqueados dientes, 

ha pasado ya el bosque, el molino, el alcor, 

y golpea en la plácida puerta de la abuelita, 

que le abre. (A la niña ha anunciado el Traidor.) 


Ha tres días la bestia no sabe de bocado. 

¡Pobre abuelita inválida, quién la va a defender! 

... Se la comió riendo toda y pausadamente 

y se puso en seguida sus ropas de mujer. 


Tocan dedos menudos a la entornada puerta. 

De la arrugada cama dice el Lobo: «¿Quién va?» 

La voz es ronca. «Pero la abuelita está enferma» 

la niña ingenua explica. «De parte de mamá». 


Caperucita ha entrado, olorosa de bayas. 

Le tiemblan en la mano gajos de salvia en flor. 

«Deja los pastelitos; ven a entibiarme el lecho». 

Caperucita cede al reclamo de amor. 


De entre la cofia salen las orejas monstruosas. 

«¿Por qué tan largas?», dice la niña con candor. 

Y el velludo engañoso, abrazado a la niña: 

«¿Para qué son tan largas? Para oírte mejor». 


El cuerpecito tierno le dilata los ojos. 

El terror en la niña los dilata también. 

«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes ojos?» 

«Corazoncito mío, para mirarte bien...» 




Y el viejo Lobo ríe, y entre la boca negra 

tienen los dientes blancos un terrible fulgor. 

«Abuelita, decidme: ¿por qué esos grandes dientes?» 

«Corazoncito, para devorarte mejor...» 


Ha arrollado la bestia, bajo sus pelos ásperos, 

el cuerpecito trémulo, suave como un vellón; 

y ha molido las carnes, y ha molido los huesos, 

y ha exprimido como una cereza el corazón...